Dos empresarios de León maduran al extremo chuletas de buey hasta convertirlas en la ‘delicatessen’ de moda
El sacerdote abre la cámara frigorífica donde cuelgan dos magníficas piezas de buey maduradas durante 18 meses. Dos auxiliares, vestidos también con bata blanca, gorro y guantes de quirófano, se sitúan también en el altar. Los dos tótems cárnicos son acariciados con mimo por el oficiante que activa los cinco sentidos recorriendo con las manos una piel grasa, marcada por los hongos germinados durante el cautiverio.
“Están vivos”, asegura Aladino Juan Galván ante los devotos llegados de Euskadi y Madrid para asistir a la ceremonia única que se ha celebrado en el restaurante Lomo Alto, en Barcelona.